A solo unos kilómetros de Pamplona, envuelto entre colinas, viñedos y silencio, se encuentra el Señorío de Otazu. Este lugar no es únicamente una bodega, es una finca histórica con siglos de legado, un espacio donde el tiempo se mueve a otro ritmo, y donde el pasado y el presente se abrazan para ofrecer una experiencia inolvidable.
El origen de Otazu se remonta al siglo XII. La iglesia románica de San Esteban, hoy desacralizada, sigue siendo testigo de ese legado. Junto a ella, una torre palaciega del siglo XVI y los vestigios del señorío medieval recuerdan que esta tierra ha estado siempre ligada a la nobleza, al cultivo y al cuidado del entorno. Lejos de ser un espacio anclado en el pasado, Otazu ha sabido reinventarse sin renunciar a su identidad.
El vino como expresión del lugar
Otazu es una de las pocas bodegas en España con la calificación de Vino de Pago, la más alta distinción posible dentro del sistema vitivinícola español. Este reconocimiento no es un simple galardón, sino una declaración de principios: todos los vinos de Otazu proceden exclusivamente de los viñedos propios que rodean la finca. No hay uvas compradas, no hay producción masiva, no hay concesiones.
La bodega en sí misma es una obra de arte. Bajo tierra, se extienden naves de crianza y salas de barricas en las que reina el silencio y la temperatura constante. Sobre el terreno, la arquitectura convive con esculturas contemporáneas que dan la bienvenida al visitante. Cada botella de Otazu es resultado de un equilibrio entre técnica, respeto por la tierra y una visión artística del vino. Aquí, el terroir no se explica: se siente.
Arte contemporáneo en diálogo con la naturaleza
Uno de los aspectos más sorprendentes del Señorío de Otazu es su vinculación con el arte contemporáneo. A través de la Fundación Otazu, el recinto se ha convertido en un referente internacional donde artistas de renombre dialogan con el entorno. Las obras interactúan con el paisaje, con los espacios históricos y con la propia experiencia del visitante.
La colección permanente incluye esculturas monumentales, instalaciones inmersivas y piezas que sólo se comprenden plenamente en relación con su emplazamiento. Aquí, el vino y el arte se funden en una experiencia sensorial que apela a la vista, al gusto, al olfato y a la memoria. Pasear por Otazu es descubrir constantemente nuevas formas de mirar y de sentir.

Un escenario para eventos memorables
Gracias a su equilibrio entre tradición y modernidad, el Señorío de Otazu se ha consolidado también como espacio para eventos privados y corporativos. Bodas íntimas, catas privadas, reuniones de empresa, presentaciones de producto y experiencias personalizadas tienen cabida en este enclave excepcional.
Sus espacios interiores y exteriores permiten configurar ambientes a medida: desde una ceremonia entre viñedos hasta una cena privada en la sala de barricas, pasando por conciertos en la antigua iglesia o presentaciones rodeadas de arte y vino. Todo ello con un servicio altamente profesional y discreto, que prioriza la autenticidad de la experiencia.
Llegar desde el aire: una posibilidad real
El recinto permite operaciones de aterrizaje y despegue bajo condiciones previamente coordinadas, lo que convierte esta finca en un destino aún más exclusivo y accesible desde cualquier punto de la geografía nacional.
Ya sea desde Madrid, Barcelona, Bilbao o San Sebastián, llegar a Otazu en helicóptero no solo reduce considerablemente los tiempos de desplazamiento, sino que añade una dimensión especial a la experiencia. Sobrevolar Navarra, ver los viñedos desde el cielo y aterrizar en medio del campo, entre arte y vino, convierte cualquier visita en algo inolvidable.
El alma del lugar: sostenibilidad, cultura y paisaje
Otazu no sería lo que es sin el entorno que lo rodea. Desde el principio, uno de los pilares del proyecto ha sido la sostenibilidad. El cultivo ecológico, el uso eficiente de los recursos, la integración arquitectónica con el paisaje y la recuperación de construcciones históricas forman parte de una visión de largo plazo que va más allá de la rentabilidad inmediata.
El respeto por la tierra se traduce en vinos equilibrados, en espacios que respiran autenticidad y en una experiencia que conecta al visitante con lo esencial.
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Nos encargamos de todo: desde la planificación de rutas hasta los permisos de aterrizaje. Volar con nosotros no es solo desplazarse, es formar parte de un viaje pensado al milímetro.
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